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martes, 11 de enero de 2011

El por qué de la Ley “antifumador”

A lo largo de los últimos lustros he sostenido que el hecho más relevante del siglo XX fue el accidente de Chernóbil, de mucho más calado de lo que pudiera parecer a simple vista, por encima de las guerras mundiales, la guerra civil española, etc., etc.

Chernóbil fue de tal gravedad que ha resultado imposible detener que el llamado socialismo real no evidenciara al mundo sus propias vergüenzas. Este hecho desencadenó en una serie de acontecimientos que darían lugar a otros conflictos de más complejidad y que cambiarían la fisonomía del planeta. Por mencionar los tres de más importancia:

1)      Desintegración de la URSS.
2)      Caída del muro de Berlín.
3)      Éxodo masivo de judíos de la extinta URSS y países satélites hacia Israel, con la sobresaturación de población y consiguiente ampliación de los asentamientos. La deriva de la agravación en la franja de Gaza es por todos conocida.

Alguien definió al comunismo como capitalismo de Estado. No le faltaba razón. En este sentido buena prueba de ello es la evolución de la economía china, segunda potencia económica mundial.

Bien. Los dos referentes más importantes de la izquierda internacional han perdido carta de naturaleza. Para los más nostálgicos, hasta Cuba –en palabras de Valdano <la última trinchera de la dignidad>- ha tocado fondo.
Nos encontramos, pues, con una absoluta falta de referencias para la izquierda internacional. Ante esa falta de referencias de la izquierda en general, la izquierda española se está reinventando así misma.
Se ha decidido –o improvisado- que ser un activista anti fumador es de izquierdas, además de progresista. Y da igual que se conculquen derechos fundamentales de los fumadores, sometidos a un auténtico apartheid inquisitorial.

Pero, ¿qué otros elementos conforman la nueva doctrina de la izquierda progresista? Su principal pata histórico-patrimonial es, sin duda alguna, la militancia anticlerical. Segundo: la defensa del aborto como derecho fundamental de la mujer (nosotras parimos, nosotras decidimos). Tercero: la destrucción gradual de la familia como eje vertebrador de la sociedad, con leyes que incluyen el aborto, la legalización de los matrimonios entre homosexuales, el divorcio exprés, el fomento de la familia monoparental, etc., etc. Y cuarto: la lucha contra el cambio climático.
Este último capítulo merece un comentario adicional. Hasta hace bien poco, la izquierda progresista –con su gran prócer Al Gore a la cabeza- hablaba del “calentamiento global” y del “efecto invernadero”. Como consecuencia de las bajadas de temperatura sin precedentes registradas en los últimos inviernos, han ido cambiando estas nomenclaturas por la de “cambio climático”, cuando ya empiezan a dudar de dicho calentamiento. Una jugada más de auténticos trileros.

Todo lo anteriormente expuesto persigue un único objetivo: Una nueva sociedad, que pasa por la formación de un hombre nuevo (y mujer también). Un fiel exponente de esta aseveración lo encontramos en el nuevo modelo de masculinidad propiciado por Bibiana Aído.
Este programa de ingeniería social sigue la más pura ortodoxia de los protocolos maoísta-stalinistas –Educación Para La Ciudadanía incluida-.

¿Y cuál sería la descripción de ese nuevo hombre integrado en la nueva sociedad? Pues, probablemente, un hombre en paro paniaguado por algún tipo de subvención, empleado público o liberado sindical; activista de alguna ONG; divorciado, con hijos varios -fruto de diferentes relaciones- sometido a la anticonstitucional Ley de protección integral contra la violencia de género, y ciertamente algo desorientado en su condición sexual; no fumador, pero participante en botellones y consumidor de marihuana; ateo, o recién abrazado a la fe islámica; propietario de un coche eléctrico; vive sólo en un piso de alquiler; fracasado escolarmente; ah! Y lo más importante: Votante socialista.

Lo dicho: En este país ser varón, mayor de edad, de raza blanca, fumador, heterosexual y aparentemente sano es estar perdido. Si además tienes familia numerosa, de confesión católica y aficionado taurino, ni les cuento.

¿Qué otras sorpresas nos deparará la reinvención de la nueva izquierda progresista? Estoy seguro que nada relacionado con la mejora de las condiciones económicas de las clases medias. Subir los impuestos es progresista.


                                                                     Helmut